Me he sentido desde pequeño atraído por los idiomas. Es curioso, porque no he tenido nunca facilidad para aprender aquellos que no oía en mi día a día. Y eso que dicen que, quienes se crían entre dos lenguas, muestran a lo largo de su vida más desenvoltura para acceder a otras nuevas. Hago intentos de avanzar con el inglés cada cierto tiempo, pero en esa vena autodidacta no entra bien la aguja del aprendizaje; lo poco que sabía de francés, lo he perdido. Supongo que tendré que contentarme con saltar del castellano al gallego y viceversa, aunque no pierda la esperanza de hacerme políglota algún día.
En ese constante fracaso de hacer del inglés un amigo íntimo, no suelo prestar mucha atención a las letras de las canciones que escucho en este idioma, que son un alto porcentaje del total. Para mí la música es principalmente melodía, acordes, armonía; reconozco que con la escala musical he tenido a lo largo de mi vida más sintonía que con las lenguas extranjeras.
Dentro de la desatención que alimenta esa falta de entendimiento, descubrí hace un tiempo una balada en inglés a la que he vuelto con cierta frecuencia. Sin ser uno de esos temas con los que uno inicia una relación obsesiva, de las de reproducción en bucle, me gusta acordarme de vez en cuando de ella y escucharla de nuevo. Hablo de The Joker & The Queen, interpretada por Ed Sheeran en colaboración con Taylor Swift.
Para quienes mantengan con el idioma anglosajón una relación más complicada que la mía, joker puede traducirse como «bufón», y queen, como «reina». Tenemos por tanto a un bufón y a una reina como protagonistas de esta historia. Y con esta historia no me refiero a la creada por los compositores que aparecen en los créditos del tema.
Escucho música de manera habitual mientras hago otras actividades secundarias. Entre las que, por supuesto, no se encuentra escribir; ambas competirían por una atención que no puedo dosificar. Así que mientras llevo a cabo tareas más mecánicas, suena esta canción y mi imaginación coge el timón. La letra original habla de una relación entre dos personas y usa metáforas que aluden al mundo de los naipes. En la baraja inglesa, que proviene de la francesa, el joker es lo que aquí conocemos como «comodín», a pesar de que el origen de esta carta es estadounidense. Batiburrillo de orígenes y nacionalidades.
Resulta que, por alguna razón, mi cabeza no quiso ahondar en una letra que ofrecía ya de por sí el uso de recursos literarios y una ficción con cierto arco dramático. Sea porque no hay nadie menos mañoso a la hora de barajar, sea porque nunca llegué a aprender las reglas de juegos como la escoba, el burro o el tute, lo cierto es que cada vez que la canción sonaba, no había hueco para imaginar apuestas, tanteos o escaleras de color.
Por el contrario, se dibujaba cada vez con mayor nitidez la figura de una reina de época medieval, de mirada firme y gesto aburrido, que se replanteaba sin cesar el valor de permanecer recluida en un castillo lleno de ecos y de sirvientes que no la miraban a los ojos. Una existencia rodeada de un oro que no podía invertir en nada trascendente para ella. No, su marido no era el clásico borrachuzo que solo colecciona vicios y presta más atención a la caza que a su consorte, pero es que el rey directamente no contaba, porque en el título de la canción ni está ni se le espera. Y así como mi imaginación es muy libre para unas cosas, es muy obediente para otras.
Cada vez me daba más pena la soledad en que vivía la reina, pero entonces apareció el bufón. Con su ropaje estrafalario, su cara maquillada con excentricidad, sus gestos por contrato extravagantes y burlescos. Con un ingenio afilado, también, solo accesible para alguien que quisiese o pudiese prestar atención más allá de los meros chascarrillos y las historias de taberna. Alguien como la reina.
En ese punto, mientras mi memoria musical recorría con gusto la melodía ya conocida, una sucesión de imágenes hasta cierto punto abstractas y sin gran continuidad establecía el vínculo entre ellos. Miradas cómplices, sonrisas indetectables para los demás, diálogos cada vez menos escuetos entre ambos y más recargados de dobles significados. Las visitas del bufón a la corte desataban las risas de los congregados en cada celebración, en cada cena. Pero las palabras que no pronunciaba eran la que más hondo calaban.
Así se iba tejiendo la historia entre estos dos personajes. Los escasos tres minutos que dura la canción no concedían un margen tan amplio a mis fantasías como para dejar todo dispuesto en un par de escuchas, así que su historia, su romance, quedaba sostenido en un limbo hasta la siguiente ocasión en que sentía el impulso de reproducirla de nuevo.
Hace unos pocos días, volví a escucharla. Y por primera vez, vi a la reina abandonar su castillo. Sin mirar atrás, sabiendo que no regresaría nunca, aun sin conocer con detalle el camino que le quedaba por delante. Lo hacía de la mano del bufón, cuyos movimientos no iban acompañados ya del repiqueteo de los cascabeles; se había despojado de su sombrero, de su maquillaje, de su disfraz. Tampoco él conocía lo que estaba por llegar, pero avanzaba libre.
Sin saber si la reina huía o si había obtenido de alguna manera el consentimiento de su marido, la imagen de los dos de espaldas, alejándose juntos de los terrenos conocidos para adentrarse en otros por conocer, coincidió con los últimos compases de la canción; los últimos acordes, las últimas notas convertidas también en sílabas. El bufón y la reina. The joker and the queen.
Quizás, si Ed Sheeran y quienes le ayudaron a armar la letra de esta balada leyesen este texto, arremeterían contra mí por haber dado un sentido completamente erróneo a su trabajo. Pero qué puedo decir, si las carencias que sufro respecto al idioma en que ellos se expresan me conducen por estos derroteros.
Lo malicioso es que esa ignorancia lingüística es muchas veces intencionada. Porque sí tengo el conocimiento suficiente para captar el sentido de ciertas frases enteras, y de muchas palabras sueltas de las que, con un poco de esfuerzo, no resultaría difícil extraer el significado completo. Pero no lo hago. Supongo que el deseo de imaginar es a veces superior al de entender. Sobre todo cuando creemos que la historia puede así contarnos algo de manera más personal. Porque la letra de una canción nos ofrece una flexibilidad que no siempre da la vida real. Y cómo resistirse a esa posibilidad, si así podemos ver a la reina y al bufón cogidos de la mano, sonriendo con agradecimiento por haber cambiado el curso de su historia sin alterar el de la nuestra, aunque haciendo esta última un poco más agradable.
Las obras ya no pertenecen a su autor una vez publicadas, por eso tienes permitido darle la propia interpretación a esta canción, y a mí me encantó. Gracias a ambos ahora tengo 2 joyas.
¡Buenos días, Paulo! 🤣. Gracias por compartir las historias que imaginas a través de una canción.
Yo tampoco tengo mucha maña con el inglés y mira que lo he intentado, debe ser que mis raíces manchegas pueden más! 🤣🤣🤣.
Me ha encantado esa pequeña historia que has visto al escuchar esa canción. Es hermoso poder vivir esos encuentros de los personajes dentro de uno mismo, para después compartirlos con aquellos que ansían escucharlos, como yo, ☺️.
Tienes un don maravilloso y los demás disfrutamos de él. ☺️. Gracias.
Que pases una feliz noche el domingo junto a tu familia.
Un abrazo.