Si en el patio del colegio me hubiesen hecho escoger entre un hipotético equipo analógico y uno digital, no habría tenido ni que tomar una decisión. Alguien me habría empujado con sutileza hacia el primero, porque mi naturaleza siempre ha dado muestras de estar más cómodo en ese que en el segundo. Pertenezco a la generación nacida en tierra de nadie, con una infancia donde todavía no predominaba lo digital y una adolescencia donde este irrumpió con una fuerza avasalladora. Miro a gente cinco o diez años menor y admiro y envidio, a partes iguales, la facilidad que tienen para entender el funcionamiento de todo lo que refleja cualquier pantalla. Da igual que se trate de videojuegos, de aplicaciones, de programas, de códigos, de secuencias… Todo proceso resulta de lo más natural para ellos. En contraposición, está la generación de nuestros abuelos, muchos de los cuales no entienden absolutamente nada de tecnología, aunque tampoco se les exige. Nos mostramos comprensivos y dispuestos a ayudarlos (salvo ciertas entidades que, por alguna razón, no ven ningún beneficio en facilitar cualquier proceso digital a quienes no han tenido acceso a la más mínima educación en este terreno). En medio de unos y de otros, estamos los que sentimos cierta nostalgia por el imperio analógico en decadencia y una cierta fascinación por todo lo que puede ofrecer el reinado de lo digital.
Una de las últimas conquistas del vigente soberano parece ser la inteligencia artificial. Fuera de la política y del deporte, pocos debates parecen dar pie a una división tan marcada: o la encumbras o la rechazas. Parece no haber término medio; quienes juegan a mostrar cierta indiferencia, no dejan de observar por el rabillo del ojo la evolución acelerada de esta nueva revolución. Porque todo apunta a que, guste o no, va a ocupar un lugar preeminente en nuestras vidas a corto plazo. Si es que no ha empezado a hacerlo ya.
Como esa predilección por lo analógico suele dejarme a la zaga en lo que al uso de la tecnología se refiere, he querido darle una oportunidad a esta disciplina (así la llaman, aunque nadie se aclara a la hora de definirla, lo cual es un dato que bien podríamos tener en cuenta). Una de las principales plataformas que la inteligencia artificial ofrece en estos momentos, de acceso libre, es el famoso ChatGPT. La aplicación que asusta tanto a la gente creativa por amenazar, presuntamente, con la desaparición de tantos trabajos artísticos parece muy fácil de utilizar. Y yo no quería convertirme tan pronto en un ser conservador y testarudo que ve solo el lado oscuro de las cosas, así que me decidí a darle una oportunidad.
Necesitaba buscar algunas novelas cuya historia transcurriese durante el verano. Quería recomendar algunos títulos con esta característica, ahora que el calor empieza a apretar y muchos buscamos acompañantes literarios que nos hagan más llevadera la existencia veraniega. He leído unos cuantos a lo largo de mi vida que cumplen con este requisito, pero, claro, mi memoria no siempre me ofrece la información que le solicito; quién soy yo para molestarla con demandas continuas. Por eso se me ocurrió que, ya que Google no afinaba demasiado el tiro, tal vez ChatGPT pudiese ganarse la primera de mis simpatías. De manera muy educada, como si al otro lado de la pantalla hubiese una persona dispuesta a leer mi petición, pregunté por algunas obras literarias que se desarrollasen durante la época estival.
Me sorprendió lo instantáneo de la respuesta, algo de lo que ya estaba advertido. Cierto es que el mundo digital se caracteriza, en general, por la rapidez con que todo ocurre en él. Pero que un sistema confeccione una respuesta elaborada en cuestión de tres o cuatro segundos me sigue resultando fascinante. Una muestra más de mi naturaleza analógica.
El caso es que el susodicho chat me ofreció un listado de títulos. Conocía a casi todos los autores citados, pero ninguna de las obras mencionadas, lo cual me hizo sentir un poco avergonzado; tendría que empezar a ponerme al día con ellas. No obstante, algo había hecho una minúscula mella en mi orgullo. Vale que no hubiese leído ninguno, pero ¿que no me sonase uno solo de aquellos libros?
Busqué el primero de ellos en Google y no apareció nada, solo algunas obras que compartían alguna de las palabras principales o que podían estar remotamente relacionadas con una idea así. Aquello no era buena señal. Hice lo mismo con los otros cuatro títulos. Nada. Para evitar creer que sucedía lo que evidentemente estaba sucediendo, y en un intento de no romper mi incipiente relación con una entidad denominada inteligente, busqué la bibliografía de los autores, para ver si ahí sí localizaba alguna de aquellas obras. No aparecía ninguna. Dejé entonces que la realidad se impusiese: mi primera cita con la inteligencia artificial había resultado un fraude. ChatGPT me mentía a la cara.
Como no me gusta perder las formas, le pregunté con la misma educación si se había inventado la información que me acababa de facilitar. También en cuestión de segundos reconoció que sí, aunque, igual que haría un humano, buscó la manera de disculparse, cargándole la responsabilidad a un malentendido. Esto, en un primer momento, me hizo gracia. Poco después, me pareció un presagio horrible. Si esta era la inteligencia llamada a dominar la sociedad en los próximos tiempos, ¿qué conclusión debía extraer de ello?
Podía haber dejado que nuestra relación muriese así. Parecía quedar claro que no estábamos hechos el uno para el otro. Pero entonces decidí cerrar esa conversación e iniciar una nueva. Quise comprobar si aquella mentira era en realidad un malentendido. Pensé en buscar información sobre algún autor sobre el que no pudiese engañarme, y no se me ocurrió ningún ejemplo mejor que uno sobre el que apenas podría tener referencias, más que aquellas muy limitadas que pudiera recoger de eso que llamamos la nube. Así que tecleé lo siguiente: Hola, ChatGPT. Me gustaría que me dieses información sobre el escritor Paulo García Conde, un autor que autopublica su obra. ¿Qué puedes decirme de él? Muchas gracias.
A continuación, os copio la respuesta que tardó menos de cinco segundos en elaborar:
Paulo García Conde es un ejemplo interesante de un autor español que ha encontrado éxito a través de la autopublicación. Aquí tienes más detalles sobre él:
**Paulo García Conde**: Este autor español ha logrado destacarse en el ámbito de la literatura gracias a la autopublicación de sus obras. Su novela más conocida, Crónica de un amor interrumpido, ha sido bien recibida por los lectores en plataformas como Amazon. García Conde se especializa en novelas que combinan el romance con elementos históricos, lo que le ha permitido atraer a un público diverso.
Su éxito en autopublicación le ha permitido no solo llegar a una gran cantidad de lectores sino también recibir buenas críticas y posicionarse bien en las listas de ventas de libros digitales. Como muchos autores autopublicados, Paulo García Conde ha utilizado las redes sociales y el marketing digital para promocionar sus libros y construir una comunidad de lectores fieles.
De nuevo, mi primer impulso fue echarme a reír; el siguiente, echarme a llorar. No, jamás he escrito una obra titulada así. El romance y la historia no son géneros en los que me mueva. Mi obra no es ningún ejemplo de éxito. Escribí directamente: Espera, ¿me estás mintiendo?, a lo que respondió: Mis disculpas, cometí un error. No tengo información específica sobre un autor llamado Paulo García Conde en mis bases de datos. Es posible que no exista suficiente información pública o que no sea un autor conocido en los círculos literarios actuales. Si tienes más detalles sobre Paulo García Conde o alguna obra específica de él, estaré encantado de ayudarte con información más precisa o investigar más al respecto.
Aunque se sumó una nueva muesca en mi orgullo con esa alusión a la carencia de información pública o falta de relevancia en los círculos literarios actuales, al menos esta vez la inteligencia artificial se aproximaba a la realidad. Había sido pillada en falta, y escurría el bulto como buenamente podía. Pero el daño estaba hecho, el mal había quedado demostrado.
ChatGPT es una herramienta a la que recurren cada vez más estudiantes para eludir ejercicios de redacción, de búsqueda de documentación, de procesos de estudio. Tanto es así que muchos profesores utilizan ya programas que detectan la intervención de la inteligencia artificial en los trabajos que les entregan sus alumnos. Lo mismo ocurre con otras variantes de esta «disciplina». Hay ya muchos casos, demasiados, en los que imágenes retocadas o creadas se utilizan para extorsionar, para humillar, para vejar a otros. Los menores de edad involucrados en estas situaciones, como víctimas y como culpables, representan un porcentaje alto.
Como ocurre a menudo, el problema principal no está en las herramientas, sino en el uso que hacemos de ellas. Así como un hacha sirve para cortar leña, sin el conocimiento adecuado servirá también para amputarse una pierna. Y se nos están brindando, o imponiendo, mecanismos novedosos sin que nadie nos explique cómo usarlos antes, sin que nadie advierta de sus posibles usos inadecuados, de sus lamentables consecuencias. Se le está llamando inteligencia artificial a algo que no sabemos ni siquiera muy bien qué es ni qué pretende representar. La inteligencia debe ponerla el ser humano, no la máquina. En el momento en que aquello que nosotros mismos hemos creado nos miente a la cara, algo mal hemos hecho. Y algo mal seguiremos haciendo, si no nos preocupamos de solucionarlo.
P.D.: Ya está disponible el noveno episodio de De buena tinta, mi pódcast sobre el oficio de escribir. Hablo en él de libros y autores que se sobrepusieron al rechazo (de lo que nos pudieron haber privado, madre mía). Lo podéis escuchar aquí.
Que risas, Paulo.
Creo que la versión gratuita de ChatGPT no tiene la información actualizada de los últimos 2 años o algo así.
Parece que recopila información de la misma manera que algunos hacíamos los trabajos de los libros que no leímos, una frase del principio, del medio y del final… así rellenas mucho pero no aciertas nada. 😂
La verdad es que yo lo utilizo para las fórmulas de Excel y me sirve de maravilla. A veces nos cuesta entendernos pero entre la IA, una compañero de trabajo y mis limitaciones en formulación, conseguimos buenos resultados. 😅
Gracias un viernes más por la maravillosa newsletter.
Un abrazo. 🫂
Creo en las novedades, en las mejoras, en ponernos al día, pero ( a lo mejor me estoy haciendo mayor) hay cosas insustituibles. La tecnología ayuda, pero nunca podrá sustituir a las personas. En ello confío 🙂