A lo que voy a compartir aquí hoy le he dado unas cuantas vueltas antes de concluir que la complicidad que quizás no necesito, pero sí busco, la podía encontrar en una plataforma donde hacer llegar un mensaje requiere de la lectura.
Resulta que en el apartado de mi página web donde está la información del curso de escritura que imparto estos meses, incluí un texto para presentarme y explicar un poco quién soy yo. Como quería hacer algo entre lo profesional y lo personal, tuve la desfachatez, según el punto de vista de otra persona, de afirmar que me encantaría consagrar mi vida a escribir y a leer. Cierto es que el verbo consagrar suena tal vez un poco intenso, idealista. Pero me gusta y me parece certero para decir, en otras palabras, que estaría encantado de dedicar todo mi tiempo a la escritura y la lectura.
Recibí, pasado un tiempo desde esa actualización en la web, un mensaje por Instagram de una persona que había buscado la información del curso de escritura, aunque no se había decidido a hacerlo. Eso era lo primero que me contaba en su mensaje. Lo siguiente era preguntarme si no me parecía un poco exagerado querer vivir de leer. Como en un primer momento no entendí del todo la pregunta, o qué respuesta perseguía, le pregunté a qué se refería. Hubo una contestación casi instantánea, que en resumen venía a decir que vivir de escribir le podía parecer medianamente razonable, pero que pretender vivir de leer igual era pasarse. Seguía sin comprender dónde estaba el exceso por mi parte al compartir una aspiración así, pero no me hizo falta incidir en que no terminaba de darle forma a su duda: llegó otro mensaje más, acompañado de un «jeje» que me hizo vaticinar que lo que venía a continuación era una crítica. Y esa crítica tenía su base en que escribir al menos podía ser productivo, pero leer era una actividad de ocio.
Como me quedó claro que aquella interacción no buscaba un debate, sino una claudicación por mi parte, respondí con educación pero de manera escueta para no dar pie a una conversación carente de lógica. Un «que no te parezca mal, pero» me advirtió de que la otra parte no había terminado de hablar. Y en unos cuantos mensajes más que leí y sellé con una nueva respuesta educada y escueta, quedó reflejado que, en apariencia, en la vida hay que aspirar a algo más que a darse placeres y dejarse de sueños poco realistas. Me gustó al menos que en sus palabras, de manera inconsciente o no, reconociese que leer era un placer. Fue lo único en que pude encontrar un punto de acuerdo.
No deja de sorprenderme la necesidad que manifiestan algunas personas de aleccionar a otras por redes sociales. Pero a ese asunto le dedicaré otro texto, con más calma. Aquí he venido a hablar de leer, para tratar de hacer una defensa de una actividad con posibilidades de resultar placentera, sí, y productiva, también. Como si ambas fuesen acaso cualidades excluyentes.
De entrada, para recibir e interpretar la opinión no pedida de esta persona, tuve que leer. Lo cual me parece que lo convierte en un acto de soberana importancia, que engloba atención, respeto y entendimiento, entre otras cosas. Pero en realidad quiero abordar esto desde un punto de vista más sencillo: ¿por qué no podría consagrar mi vida a hacer lo que me apetece hacer, si no resulta nocivo para nadie? Aquí la crítica iba por el camino de la falta de productividad, el hecho de leer entendido como un pasatiempo, algo a lo que dedicar los tiempos muertos o los ratos libres, algo con lo que simplemente evadirse o entretenerse. Algo, por tanto, alejado del aprendizaje, del conocimiento, de una compañía grata, de un acto satisfactorio a distintos niveles. Y, aunque leer no ofreciese todo esto, si solo se tratase de puro ocio, ¿por qué una persona estaría equivocada al querer dedicar su vida a ello?
Pienso en lo mucho que esto tiene que ver con los prejuicios, que van cambiando de forma según cambian también los tiempos. Para mí, el trasfondo de estos mensajes, de esa manera de pensar, es que uno no puede dedicarse a algo que le gusta de manera genuina. No está bien un trabajo en el que uno disfruta. Por eso la de futbolista es una profesión, pero no es seria, igual que tampoco lo es la de un probador de videojuegos, la de un crítico culinario, la de un cantante… Aunque con matices. Porque si el cantante no llena estadios y no gana mucho dinero, si es un hombre o una mujer que día tras día repite un repertorio que no le llena de ilusión, quizás sí sea una actividad productiva; estará pasando por el esfuerzo de dedicarse a algo que no lo satisface por completo. Porque la productividad no equivale a goce, sino a sufrimiento. Porque muchas veces se confunde este último con el esfuerzo. Sufrir y esforzarse, para algunos, tiene más que ver con la productividad que esforzarse sin sufrir.
Resulta paradójico que alguien que critica la falta de productividad y de esfuerzo en una actividad como leer no se esfuerce en pensar en las diferentes aplicaciones que esta tendría. Porque leer no tiene por qué ser solo acomodarse en un banco del parque con una novela entre manos, o pasar la mañana entera en la cama sin hacer otra cosa. Y aunque lo fuera. Leer es necesario para editar libros, leer es necesario para dar clases, leer es necesario para corregir textos, leer es necesario para comunicarse. Leer es necesario para desarrollar la capacidad de pensar antes de hablar.
Supongo que, si alguna vez recibo de nuevo unos mensajes como estos (de alguien que, a fin de cuentas, debe encontrarse muy ocioso para ir en busca de personas a las que escribir con afán de amonestación), responderé con la misma educación, pero con aún más concisión. Los remitiré a algún editor independiente, para que les cuente, si es que realmente están interesados en entender algo, lo laborioso que es consagrar la vida a la lectura.
Ya tenéis disponible el quinto episodio de la segunda temporada de De buena tinta, mi pódcast sobre escritura, literatura y narrativa. Hablamos en él del conflicto como motor de la narrativa.
Sigue leyendo, escribiendo y haciendo lo que más te apetezca. Y sigue dejándonos leerte, con placer, cada viernes :)
Te lo dice una que se dedica a la lectura por trabajo (soy traductora, así que leer es fundamental) y por placer.
Biquiños desde Vigo.
Buenos días, Paulo. Lo primero, gracias por tu carta. Iba a preparar una parrafada, pero me he desinflado, no merece la pena. Me quedo con tu trabajo, tu ilusión y tus ganas. Con seguir trabajando para que el mundo sea un poco mejor y cada vez haya más personas que sean felices haciendo su trabajo porque es contagioso y hace que el mundo sea mejor. Feliz fin de semana Y felices lecturas.